Ficha del objeto

 

El diafragma f/7 no existe, es decir, las cámaras fotográficas convencionales no pueden ajustarse con esta indicación. A la apertura f/8 le precede f/11 y le sigue f/5.6, además, el vínculo entre estos valores se establece en su tamaño, que se multiplica o disminuye en una relación de doble o mitad, según se abra o se cierre para permitir el paso de la luz. Pero el diafragma que posee el valor f/7 se instala en una cámara que la hace única porque esta apertura permite que se fotografíen las emociones sobre las formas, la perspectiva y los colores.

La cámara que posee esta habilidad es muy antigua, una de las primeras en fabricarse, algunos aseguran que sucedió en 1842, que el propio Louis Daguerre quiso mejorar la caja oscura de Niépce preocupado por la extensa duración de la exposición, varias horas largas que se necesitaban antes de que se endureciera el betún de Judea.

Daguerre logró fabricar una placa de cobre plateado con yodo y fijar la imagen de forma más rápida en el cristal que bautizó daguerrotipo. Pero se rumoreó que en sus experimentos logró armar un diafragma que poseía una apertura especial que conseguía un enfoque selectivo único, donde se marcaban en las expresiones de los retratados, unos rasgos emocionales que podían verse con claridad al pulsar el valor f/7 en el diafragma.

La imagen fijaba con nitidez el estado de ánimo de los modelos sin pudor, por mucho que ellos lo disimularan o se cubrieran de maquillaje. Pero existen pocas fotografías hechas por esta cámara prodigiosa y son objeto de culto. Han alcanzado tal valor patrimonial que las galerías de subastas logran cuantiosas cantidades de capital con ellas. Pero muchos consideran más valiosa la cámara, que desde entonces ha pasado por varias manos durante décadas. Pero sus propietarios no fueron los únicos en utilizarlas. Muchos artistas han solicitado su préstamo con el pago de altas sumas de dinero o favores, para alcanzar la perfección sublime en sus imágenes, sobre todo, las miradas de los fotografiados que irremediablemente desvelan sus pensamientos y sus secretos ante ella.

Relato

 
 
EL IMPERDIBLE

Un imperdible frío y extenso prendía las solapas del abrigo como un puñalada. Así se arropaban los latidos del pecho del minero, el propietario de aquel harapo dónde no existía ningún ojal. Me miraba escarpado, con ojos afilados, sin entender qué era la máquina que había colocado sobre un trípode y que le despojaba su imagen en aquel momento.

No era el único. Logré reunir a todos aquellos trabajadores al finalizar la jornada para fotografiarlos. Escupidos de la boca de la mina, necesitaban parpadear para mirar de frente bajo el látigo de la luz del sol. Sus rasgos eran trazos de carbón mal dibujados. Apenas se distinguían las bocas de las narices. Imposible calcular cuántas cejas y ojos se instalaban en aquellas caras, o si el carboncillo había desfigurado sonrisas o rabietas.

Las manchas y las sombras endurecían sus pensamientos en las grietas de sus entrecejos, alérgicos al sol. Aquellas caretas grotescas se alinearon con mis indicaciones. Eran unos seres pequeños, como debían ser los duendes, de apenas un metro de altura desde el adoquinado. Se apelotonaron como una masa de pingüinos que buscaban calor.

Ajusté el fuelle del diafragma para enfocarlos y abrí el hueco hasta la indicación de f/7, el tesoro secreto de mi valiosa cámara. Esa apertura era insólita y me permitía fijar los sentimientos de aquellos enanos manchados si sus ojos se dirigían al objetivo. Los vi en el fondo del cristal traslúcido y traté de adivinar la edad de aquella masa obrera. Tal vez rondaban una década, el más chico no pasaba de ocho años. Ya no vestían su infancia, sino unas gorras acartonadas de turba y abrigos sucios de paño cansado.

Tenían ojos secos, encerrados en rayones de hulla con mirada de pedrada. En medio de la fila, estaba aquel obrero bajito, con el imperdible que abrochaba su abrigo. Pensé en la madre que se lo prendía al amanecer, preocupada por la humedad de las tripas de la mina.

A pocos le divertía mi cámara Brownie con diafragma f/7. Creo que les prolongaba el hambre y el frío. Solo hice dos placas. Quizás, cuando se publicaran en la prensa con aquellos ojos desnudos, el Congreso se decida aprobar la ley, en este año 1907, que les prohíba la mina. Tal vez un día la niñez no se sujete con imperdibles y yo no volveré a retratarlo.